Las Tizas No se Manchan con Sangre: la reflexión de Ana Sorín

Carta al Gobernador de la Provincia de Neuquen, el señor Jorge Sobisch.

¿Se puede matar de hambre a un maestro? ¿Se puede matar de un tiro o con un palo, con una granada o con un golpe a un maestro?

Considerando los recientes acontecimientos me pregunto si es ésta es una cuestión discutible o si hace falta contestarla y anotársela como recordatorio a los gobernadores y policías de cada rincón de la República Argentina.

No. No se puede matar de hambre a un maestro; ni de un tiro o con un palo, ni con una granada o de un golpe: no se puede matar a un maestro, tampoco pegarle, a él o a otro ser humano.... porque sí, no me mire asombrado señor gobernador, acá estamos hablando de seres humanos, también con necesidades, también con familia y claramente con sueldos que no alcanzan hasta fin de mes...


¿O cree que están aburridos? Ninguna protesta existe por ocio, no es por aburrimiento que el desempleado recurre al reclamo, tampoco el trabajador con bajo salario; por el contrario y aunque seguro nunca lo hubiese pensado, la protesta es originaria de una necesidad imperiosa al no poder cumplir con las necesidades cotidianas, y por eso mismo es un derecho.

Protestar, opinar y reclamar lo justo se dicen pilares fundamentales en un país que toma la supuesta democracia como modelo... Creo que estamos equivocados y que este término no está de más; el llevar una etiqueta progresista no nos hace totalmente libres de regímenes represivos de la estirpe de aquél que sufrimos hace tres décadas. No vivimos democráticamente por votar cada cuatro años creyendo estar eligiendo nuestro futuro, si ni siquiera somos escuchados una vez que alzamos la voz... si cuando un maestro protesta, se le pega.


La verdad es que poco sabe la Argentina lo que este término implica, porque de una u otra forma nos controlan, de una u otra forma nada ni nadie se extralimita de lo políticamente correcto, y cuando lo hace... se le pega. Se le pega y dispara con gases lacrimógenos al trabajador en Neuquén, se le tira balas de goma en Salta y se lo persigue, militariza y ataca en Santa Cruz.


Esto no es casualidad, el hecho de que nuestro compañero Carlos Fuentealba haya sido asesinado en manos de una fuerza represora por orden de un gobernador fascista (que nunca se arrepintió de haber ordenado LA orden) no es el único indicio con el que convivimos de país no-democrático, de derechos ignorados y de violencia innecesaria.

No podemos seguir tolerando agresiones, faltas a los derechos humanos o laborales; no podemos seguir pensando que “algo habrá hecho” y temer a protestar y defender lo nuestro. Hay que hacerse escuchar y hacer volver el poder a donde pertenece. No se puede matar a un maestro, eso lo sabemos todos... o sino dígame usted, señor Sobisch, ¿qué le parece matar un gobernador?

Ana Sorín.

No hay comentarios.: