Malvinas, 25 años. Una reflexión de Mariana Leibinstein.

Es curioso como no sentimos el paso del tiempo a pesar de los años. Más llamativo es aún, tal vez, saber que ciertos hechos históricos sin necesidad de haber sido parte de ellos, familiar de involucrados o haber estado vivos, forman parte de nosotros.

Es por eso que no es de extrañar que se hable en primera persona de cosas que algunos aseguran que no conocemos. Participamos de la defensa y no del ataque. Nosotros como pueblo, los que estuvimos llorando a nuestros seres queridos y los que lloraron sangre por lo que todos deseábamos, algunos de nosotros fueron a pasar frío, hambre y miedo por una tierra que nos pertenece, pero sin saber más que eso o el cuento que nos vendieron.

Otros perdieron toda esperanza y unos pocos guardaron un poquito de ley, aún concientes del peligro que se exponían nuestros hermanos. Una mascarada, intenciones y organización se encargaron de comprar nuestros sueños.

¿Qué se llevaron? Jóvenes inexpertos, ángeles de nuestra fe. De a poco se fue perdiendo todo resto de esperanza. Los chocolates que enviamos a aquellos héroes de hojalata y las cartas que adjuntamos estaban en el kiosco de la esquina.

Nos estaban mintiendo en las pequeñas y grandes cosas. Por eso, le decimos NO al engaño, le decimos NO al olvido y le decimos NO a la guerra injusta. Ese trocito de patria que se quedó con parte de nosotros, nuestros deseos y sueños de libertad.

Callar y olvidar es algo que los que arriesgaron la vida por Malvinas no perdonarían. Somos ellos. No lo hagamos.

Mariana Leibinstein.

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