...Y Los Lápices ya no están. Gustavo Quezada, el recuerdo de La Noche de los Lápices.

Los gorilas no duermen

Muchos se han preguntado alguna vez cómo puede un ser humano, alguien de nuestra misma especie, sentir placer y goce al causar daño físico y psíquico en otro de su misma especie, cuando esa acción no es por supervivencia, lo cual se respaldaría justificándose en las teorías de C. Darwin.

Pero bien sabemos que no es para nada justificable que un gorila torture a un niño de tan sólo 16 años de edad porque no le agradan los sueños que aquel tiene, sus ideas de justicia, dignidad, libertad y sociedad que aquel posee.

No es por pertenecer a una especie ubicada matemáticamente en una cadena de retroalimentación que el humano–gorila inflige daño a otro de su especie.

El lenguaje es algo que distingue a los seres humanos de las otras especies, y si bien mediante su uso puede el hombre hacerse más ‘civilizado’ (es decir, cuando media la palabra) en la competencia o disputa por un único objeto; también el lenguaje en el cuerpo humano, sexualizándolo, perturbándolo, trastornándolo, puede crear bestias capaces de destruirse a sí mismos y a los de su misma especie, solo por el hecho mental de no tolerar la diferencia, lo distinto, aquello que no le devuelve su propia imagen.

Bestias, trastornados, alienados, adosados a lo que de muerte puede haber en un cuerpo, no causan más que muerte, más que dolor, más que humillaciones, vejaciones. Estos pobres tipos, sin alma, sin deseo, de puro goce caprichoso, aniquiladores de psiquísmos, de almas, pueden encontrarse en todo momento en cualquier lado. No nos engañemos, el gorila nunca morirá. Ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, y siempre pugna por reaparecer o establecerse bajo algún régimen de gobierno. Los gorilas no duermen. Lo cual hace que debamos siempre y en todo momento estar atentos a su reaparición, a su latente reaparición, para no dejar que el cáncer se expanda demasiado, sin poder hacer nada luego más que ubicarse donde mejor nos convenga para no ser atrapados por su demoledor atropello, por su aberrante crueldad.

A los gorilas les encanta proclamarse ‘patriotas’, les encanta priorizar el ‘bien de la familia’ ante cualquier tipo de pensamiento ‘subversivo’ que pueda ‘alterar el orden’, cuando ellos gobiernan. Al gorila le encanta decirse ser un fiel creyente en dios y en la iglesia, como si fueran lo mismo.

El gorila se fastidia cuando otros ‘piensan demasiado’, no le agrada que su torpeza mental quede puesta en evidencia. Sólo conoce los números pares, la línea recta, el cuadrado en geometría, el humor picaresco, el teatro revista, y responde a las órdenes de modo automático, sin desviarse de su goce perverso, de su sistema perverso.

El gorila emite alaridos, no sabe hablar. Es cobarde, infinitamente cobarde, siempre ataca en grupo, y con muchas armas a cuestas, nunca solo. No sabe hacer nada solo. No sabe lo que es la creación. Desconoce la ternura, la femineidad, el pensamiento complejo, el erotismo, el arte abstracto. Lo inquietan los niños que ‘preguntan demasiado’, lo fastidia la democracia.

El ‘amor’ del gorila es un amor perro, el obedece y pretenden que lo obedezcan. Es fiel a ‘su patria’, a ‘su familia’, a ‘su religión’, a su andar canallesco. Nunca pregunta y le molesta que le pregunten, odia la pregunta, quizá porque intuya inconcientemente que ella conduce a tomar una posición elegida, y a ser responsable por ello, y el no quiere ser responsable, sólo quiere gozar, torturar, dañar, ‘restablecer el orden social’; el gorila sólo dice obedecer órdenes, y nunca ser responsable por lo que hizo, por eso es débil, cobarde, torpe, ya que no elige, sólo obedece.

Conociendo a los gorilas, seguramente más de una vez usted se ha cruzado con uno de ellos, o con uno de ellos en estado latente, los hay muchos, más de un 50 por ciento en nuestra ciudad piensan como ellos, según las últimas encuestas de este año. Preocupante. Lamentable en una sociedad que sólo se preocupa, muchas veces, por tener bien barrida la vereda, no ver cartoneros, y volver todos los días a su infeliz rutina, a su burguesa rutina, neurótica rutina.


Gente que nunca quiso preguntarse por el sentido de la vida, por el sentido social de la vida. Gente que nunca se atrevió a soñar demasiado, a enloquecer de veras, como se debe, de modo creacionista, y no encerrados en sus desnutridas almas, espíritus mal alimentados, decadentes, deprimidos, alienados a programas de TV decadentes, y a noticieros que les atrofian la cabeza, que sólo les hablan de ‘inseguridad’ o alguna que otra estúpida noticia. Estúpidas ‘informaciones’ que siguen estupidizándo mentalidades vacías. Los gorilas no duermen. Sólo dormitan, pero no duermen. No quieran despertarlos, no es sano despertarlos.

Un recomendable ejercicio para el ‘ciudadano común’, para ‘el buen vecino’, es tratar de ver qué hay de gorila en sus propias almas. Usted que está leyendo este artículo, revise en su alma si no encuentra algo de gorila. Qué idea tiene usted de una mujer, qué idea tiene usted de la creación, de la locura, del amor, del respeto, de la homosexualidad, de la dignidad del hombre. Qué idea tiene usted de la pobreza, de la globalización, de las invasiones yanquis, del genocidio mercantilista. Qué idea tiene usted de la educación, del entretenimiento, de la recreación, de la amistad, de los lazos. Y qué practica usted realmente de cada idea que se ha formado a partir de tales cuestiones. Cuál es su práctica, cuál es su posición en este mundo, en esta sociedad.

Salvando las distancias entre la bestia que tortura, y el hombre o mujer que solo puede pensar con números pares y líneas rectas… pero que no ha cometido ningún crimen, sólo quizá algún ‘mal pensamiento’ alguna vez, creo que siempre es necesario desarrollar en cada uno de nosotros el pensamiento complejo, la formulación de nuevas preguntas que se decanten de lo que no cierra, desarrollar la creación, la capacidad de soñar, la capacidad de amar sanamente, la capacidad de amarse sanamente, desarrollar el despertar, el despertar del erotismo, del arte que se renueva, el poder seguir una línea curva, en zigzag, adentrarse en un laberinto para luego salir de otro modo, con otro cuerpo, desarrollar la capacidad de inflexionar en sí mismo la locura mortífera, hacia una locura creacionista. Desarrollar un Otro bien propio en cada uno de nosotros.

En cuanto más ejercitemos esa práctica, ese adentrarse en los maravillosos espacios de la vida, en saborear los colores de la vida, y propaguemos ese sentimiento, esa forma de andar, de amar, de observar, de hacer; más incidencia tendremos en la sana posibilidad de que los gorilas no despierten de su dormitar; más fuerte será nuestro colorido grito, ante el negro, opaco, y horroroso alarido del gorila.

Dedicado a los jóvenes adolescentes asesinados por gorilas en la trágica ‘Noche de los Lápices’.

Gustavo Quezada.

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