Malvinas, 25 años. Una reflexión de Pablo Lavandeira

Esta es la crónica de un capricho de la historia, de una guerra con soldados de un solo bando, y del otro, chicos.

43 años, esa sería la edad que tendría la mayoría de los 700 soldados que murieron en Malvinas.

Padres, hijos, hermanos… dieron la vida por una injusta razón, y de la cual ellos no tenían nada que ver.

Vamos a situarnos en tiempo y lugar, de esa manera comprenderemos que fue lo que sucedió en esas islas que ninguno conocía hasta ese entonces por más de algún mapa que habían hecho, poco tiempo antes, en la secundaria.

Dos gobiernos en decadencia, con poca aceptación popular. Uno, además, dictatorial. Éste último no tiene mejor idea que, para salvar a su gobierno, emprender una campaña para recuperar unas islas perdidas hace más de 100 años a manos de uno de los imperios más grandes del mundo. Una gesta poco probable de conseguir si decimos que Argentina no contaba ni con poder tecnológico ni estratégico, y sobre todo militar para afrontar una guerra.

Entonces, ¿cómo se la afrontó? Se enviaron al campo de batalla a las entonces clases 1961, 62 y 63, éstos últimos todavía sin haber terminado la instrucción militar. Si sacamos cuentas nos van a dar que eran jóvenes de entre 21 y 18 años. Todos -encima- entrenados y con locación en cualquier lugar del país menos la Patagonia.

No estaban preparados para soportar el constante frío del sur, ni el terreno árido y de piedras. No estaban preparados para mantener un combate contra una potencia militar.

Es así que además de sufrir todo lo que iban a sufrir, tuvieron que soportar la falta de equipamiento (municiones, armas, capas y botas para la lluvia y el frío, y un montón de cosas más) y la alimentación escasa. Entonces, ¿cómo se pone, por ejemplo, a un chico correntino de 18 años, sin instrucción necesaria, ni equipamiento, ni comida, se podía pensar que podía soportar eso? Honestamente, no lo sé. Creo que era más amor a la patria y falsas promesas de gloria, provenientes de superiores, lo que hizo que mientras que pudieran estos chicos que en el 78 juntaron figuritas del Mundial, dieran la vida en la guerra.

La rendición no fue mucho peso, pero fue demasiado para lo que se podía esperar. 74 días, ese fue el lapso de tiempo de esta dura guerra.

Los que regresaron, a la luz de la Luna y sin las cámaras de los medios tuvieron y tienen que soportar aún la falta de reconocimiento adecuado acorde a lo que hicieron. Y no sólo los que estuvieron en combate son ex combatientes, todo aquel que estuvo dentro del teatro de operaciones, porque el vivir en alerta roja durante 74 días, en constantes maniobras y con el miedo a que un misil acabe con tu vida. Fue lo que tuvieron que soportar, por ejemplo, en Comandante Piedrabuena o en Puerto Belgrano. Y todos estos no son considerados ex combatientes.

Muchos de los que regresaron quedaron lisiados de por vida y siguen esperando un subsidio del Estado. Otros regresaron con problemas psiquiátricos y decidieron quitarse la vida. Todo, pero todo aquel que regresó de Malvinas no fue más la misma persona.

Hoy, 25 años después, debemos recordar este hecho como una tragedia más en Argentina. Una tragedia que se llevó 700 almas entre los ahora y siempre héroes argentinos y los soldados ingleses. Una tragedia que tiene que servir para aprender de los errores, una tragedia que nunca más se tiene que volver a repetir.


Pablo Lavandeira Starópoli.

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