Los docentes dicen NO a la última dictadura. La reflexión de la profesora Alicia Feller

Se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado que dio lugar a la más trágica dictadura de nuestra historia. Durante seis largos años el terrorismo de Estado dejó su huella de muerte, silencio, exilio e intolerancia.

Como en todos los órdenes de la vida nacional, en la educación argentina quedaron cicatrices imborrables: docentes e intelectuales exonerados, encarcelados, desaparecidos, exiliados o silenciados por el miedo; bibliotecas destruidas, contenidos censurados.

Cientos de miles de jóvenes vieron frustradas sus vocaciones por una universidad restrictiva, por claustros empobrecidos y por la persecución lisa y llana. El proyecto educativo consistió en una férrea disciplina. La dictadura invirtió más en defensa que en educación.

Se consideró que la teoría lógico matemática de los conjuntos era una amenaza al orden público. Prohibieron hasta “El Principito”. Tras el golpe, la literatura cargó con sus muertos: Walsh, Paco Urondo, Conti. Otros escritores daban cursos escondidos. Hubo pequeñas heroicidades, pero el miedo dejó su marca.

La cultura, en los primeros años de dictadura, estuvo amordazada para interceder en la vida nacional y como contrapartida construyó espacios “micro”. Las películas de cine soportaron a Tato, un censor que pasó a la historia. Se prohibió hasta el tango Cambalache y al rock lo miraban de soslayo. El teatro, ámbito de resistencia.

Las Fuerzas Armadas se repartieron los canales. Para Borges, fue algo tan absurdo “como si los odontólogos estuvieran capacitados para la totalidad de los cargos públicos”. A su modo, los dictadores no se equivocaban. El saber, la democratización del conocimiento, la reflexión crítica y la dignidad son siempre una usina de libertad incompatible con los regímenes oprobiosos.

La escuela es la principal institución para garantizar que el error no se repita. El mundo de la educación es muy rico y ni siquiera la dictadura pudo liquidarlo. Los docentes han resistido y hoy educar ya no es enseñar a obedecer. La escuela siempre tuvo que ver con la transmisión de la memoria. En el caso del pasado reciente, esa transmisión es todavía más necesaria, porque el valor de la vida propia y ajena estuvo en cuestión.

Debemos comprometernos para que el Nunca Más sea renovado y recreado por las nuevas generaciones. Decía Walter Benjamín, un filósofo alemán, que cada generación tiene su propia cita con el pasado. Por eso, el mejor homenaje a aquellas figuras que supieron transmitirnos un emblema de resistencia ante la prepotencia irracional y el mejor legado para las nuevas generaciones, es hacer de cada aula un templo de la memoria, de la libertad y de los valores democráticos.

Como cierre, una palabras de Eduardo Galeano, que lleva por título “24-3-1976. “No olvidemos”. “Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad del decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella haba por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada”.

Prof. Alicia Feller.

No hay comentarios.: