...Y Los Lápices ya no están. Catalina Antognini, el recuerdo de La Noche de los Lápices.

16 de septiembre de 2004. A 28 años del secuestro de siete estudiantes de La Plata que luchaban por el boleto estudiantil secundario, seis de ellas permanecen desaparecidas. Seis vidas inocentes, ¿inocentes? En este caso, ¿a qué se le llama ser inocente? ¿No se es inocente si se cree en la necesidad de la movilización social para el cambio? Eran militantes de la UES, la Juventud Guevarista. ¿No se puede ser inocente y militante? Inocentes. ¿Inocentes o culpables? En todo caso, ¿de qué?

Ni lo uno, mucho menos lo otro. Sólo adolescentes, jóvenes luchadores argentinos que peleaban por una causa justa, de una manera justa, a lo cual se les respondió con tremenda represión a manos de la policía bonaerense. Sufrieron brutales torturas en el Pozo de Banfield, entonces no ha dudas, se los puede llamar víctimas: sólo hay un sobreviviente.

Todo esto ocurría en un país oscuro, invadido por la sangre, la incertidumbre, el miedo y el autoritarismo. En medio de un Proceso de Reorganización Nacional, en el cual desaparecieron 30.000 personas, estos siete chicos fueron despojados de sus hogares, de sus familias un día como hoy (excepto Pablo Díaz, secuestrado el 21 de septiembre), 28 años atrás, en una Argentina muy distinta a la actual. Distinta, al menos desde el punto de vista político, ya que no podemos decir que estamos pasando un golpe de Estado, pero la represión policial tampoco se hace desear.

Imagínense que están durmiendo tranquilos en sus casas y a la madrugada caen tipos, a los cuales no se les ve la cara, los sacan de la cama, les tapan los ojos y ya no ven nada más. Y lo que sigue son torturas y sólo dolor. Da miedo, ¿no?

Y frente al miedo, ¿qué se hace? Se podría decir, “si por un boleto la tuvieron que pagar tan caro, bueno, mejor no hacer nada”. Pero, esto sería como darles la razón a los genocidas, sería lo que ellos quieren. Sería transformar este día en uno como cualquier otro. Sería hacer de la desaparición de estos chicos un hecho completamente en vano.

Uno ve por la tele las marchas de protesta, de las cuales gran parte de ellas terminan en un caos de violencia y represión. Eso también inspira temor, ¿hay que quedarse en casa mirándolo por la tele? Yo creo que no, caer en ese pensamiento sería lo peor. Hay que salir a decir lo que uno piensa, pacíficamente, y denunciar a los que responden a esto con balas de goma (o no), gases lacrimógenos, etc.

A modo de conclusión, “tómala vos, dámela a mí” decían por ese entonces, hagamos de este un día distinto, un día de memoria, de rememoración a compañeros que dejaron la vida en una lucha estudiantil, que aún hoy sigue abierta.

Caty Antognini.

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