Es por eso que no es de extrañar que se hable en primera persona de cosas que algunos aseguran que no conocemos. Participamos de la defensa y no del ataque. Nosotros como pueblo, los que estuvimos llorando a nuestros seres queridos y los que lloraron sangre por lo que todos deseábamos, algunos de nosotros fueron a pasar frío, hambre y miedo por una tierra que nos pertenece, pero sin saber más que eso o el cuento que nos vendieron.
Otros perdieron toda esperanza y unos pocos guardaron un poquito de ley, aún concientes del peligro que se exponían nuestros hermanos. Una mascarada, intenciones y organización se encargaron de comprar nuestros sueños.
¿Qué se llevaron? Jóvenes inexpertos, ángeles de nuestra fe. De a poco se fue perdiendo todo resto de esperanza. Los chocolates que enviamos a aquellos héroes de hojalata y las cartas que adjuntamos estaban en el kiosco de la esquina.
Nos estaban mintiendo en las pequeñas y grandes cosas. Por eso, le decimos NO al engaño, le decimos NO al olvido y le decimos NO a la guerra injusta. Ese trocito de patria que se quedó con parte de nosotros, nuestros deseos y sueños de libertad.
Callar y olvidar es algo que los que arriesgaron la vida por Malvinas no perdonarían. Somos ellos. No lo hagamos.
Mariana Leibinstein.
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