Malvinas, 25 años. Una reflexión de Ana Sorín.

Malvinas 25 años

Cada 2 de abril homenajeamos a los caídos en la Guerra de las Malvinas y desfilan por los noticieros, las radios y hasta por las aulas, numerosas oraciones nacionalistas reivindicando la posesión de las islas, que por derechos son argentinas.

Todos los años, casi por inercia, levantamos los brazos y nos unimos en masa dándole la espalda a Reino Unido, a todo ese hemisferio que nos menosprecia; nos sentimos orgullosos de nuestro folclore, de nuestro chamamé y de haber nacido de este lado del globo terráqueo. Sin embargo, ¿cuántos son los argentinos que por amor a su tierra exigen de verdad, que más allá del simbolismo de una bandera, se sienten nativos de un pueblo y una cultura latinoamericana, instando a la memoria y no al olvido?

A veces pareciera que fechas como éstas nos recuerdan a un partido de fútbol, a un Mundial o a un simple deseo de sentimiento de identidad grupal.

La gente tiende a pensar que por ser conflictos pasados han desaparecido, que los malos están en la cárcel pagando su condena arrepentidos y que dormimos bajo el cobijo de la justicia, pero la sorpresa reside en que no es tan así, que no están tan en la cárcel y que no son tantas las fuerzas del bien las que nos amparan.

Basta de hacer la vista gorda, de asentir ante hipocresías mundanas, basta de escuchar promesas, doble discursos y de conformarnos con simples placebos. Somos el pueblo y exigimos verdad, somos el pueblo y “nosotros” gobernamos. Resulta vergonzoso admitir que fuimos cómplices, que el 30 de marzo del 82 miles de personas nos manifestamos en Plaza de Mayo contra la dictadura militar, para tres días más tarde en el mismo lugar apoyar eufóricamente al gobierno de Galtieri.

Aquel combate que se llevó a cabo albergó más que la reivindicación nacional, más que la recuperación de nuestro territorio y de la defensa ante el Primer Mundo. Aquella guerra que en vidrieras fue vendida como una causa noble y justa, fue elaborada por una innoble e injusta dictadura, por corruptos y asesinos que enviaron combatientes inexpertos a un terreno desconocido, matándolos de hambre y frío sabiendo que no volverían.

Resulta irónica, por no decir amargamente cómica la idea que éstos tenían por nacionalidad, condenaban a John Lennon por cantar en inglés, mientras estaban secretamente aliados con Estados Unidos y entregaban a la soberanía extranjera el manejo de nuestra economía.

La Guerra de las Islas Malvinas fue tan sólo un recurso para perpetuarse en el poder. Como juventud debemos reconstruir el pasado para afrontarnos al futuro, fomentar un punto de vista crítico y político, porque las cuestiones sociales nos influyen a todos, porque en definitiva, los muertos los pone el pueblo.

Ana Sorín.

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