El fútbol, deporte de excelencia en todo el mundo sin duda alguna

Fútbol, una palabra que es capaz de demostrar muchas facetas humanas, como distintos tipos de sentimientos, por ejemplo, amor. Ese tipo va todos los fines de semana a la cancha, deja colgado el trabajo, algún amigo, a la novia, alguna cena o comida familiar, está toda la semana pensando cómo llegar a alguna cancha ó simplemente, aguanta los palazos de la policía sólo para ver a los colores que le supieron llenar el alma de esperanza y alegría.

Es el que se apuesta un asado con el amigo, si justo el club de su amigo juega ese fin de semana con el de él. El fútbol es también el miedo de andar con la camiseta de tus amores por cualquier lado y te salte algún loquito que te quiera “afanar” la casaca.

Como del amor al odio hay un solo paso, también se puede sentir odio hacia el club contrario, hacia el referí por no cobrar alguna falta a favor, algún off-side mal cobrado, algún gol anulado. ¿Por qué no? Ni hablar si el referí faltando cinco minutos cobra un penal para el equipo contrario: el odio a tu amigo que te apostó el asado y no sabés como pagárselo, y te vas a tener que bancar la gastada de toda la semana o hasta que le pagues el asado. Odio a la policía por los palazos y los gases recibidos innecesariamente sólo por estar en la tribuna con doscientos locos a quienes no les importa nada, odio a esos mismos doscientos locos que varias veces perjudicaron al club, a los dirigentes que ves que le roban a todo tu club y no podés hacer nada.

También, el fútbol genera alegrìa, felicidad: ver a los recièn nacidos y a los vitalicios, todos con los mismos colores, entrar a la tribuna y sentir ese cosquilleo interno, que màs de una vez ha sacado alguna sonrisa, pasar por debajo de las banderas largas de la barra, compartir con la gente ese mismo sentimiento y todo eso se hace como una bola muy grande de energìa que explota cuando sale el equipo a la cancha.

Y toda esa felicidad, esa alegría se ven en el juego, en un rectángulo gigante con lìneas pintadas, dos arcos y veintidós locos corriendo de un lado para el otro atrás de una pelota y con tres personas que tratan de alguna manera de controlar el juego sin que haya hechos de violencia entre los mismos veinticinco protagonistas -que van a ser los que van a controlar tus emociones durante noventa minutos y hacerte pasar de saltar de la alegría en 15 segundos, por otro lado una pelota perdida o un tiro desperdiciado pueden hacerte sentir la persona más infeliz del mundo y con ganas de tirarte al vacío o desear nunca haber estado en esa situación-.

Pero, el sabor amargo se puede ir a los diez minutos cuando ves que tu equipo trata de llegar al área contraria y generar aunque sea una jugada, que esa sensación pase a la tribuna contraria y la euforia vuelva de tu lado. Terminan esos noventa minutos cuando experimentaste desde la mejor sensación de tu vida hasta la peor. Pero, al final del partido algunas veces ese sufrimiento se ve borrado por una sonrisa que va de oreja a oreja sabiendo que tu equipo ganó y que va por buen camino, y tratas de contagiar a todo el mundo que pase a tu alrededor la alegría que sentís.

Por eso, cuando hablemos de fútbol no sólo hay que hablar de veintidós muchachos y una pelota, sino también de todo lo que puede generar esa palabra.
Martín Anzovino*


*Tiene 16 años y es alumno del Colegio Nº19 “Luis Pasteur”.

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