Un espacio para la reflexión: Un giro inesperado, de Nicolás Suárez

Un giro inesperado


Por Nicolás Zapata


Fue corriendo hacia donde habían sonado el disparo, desesperada bajo las escaleras, enfiló por el pasillo que separaba el comedor y la cocina, en su cabeza sonaba un alarido: –No, por favor no, no me hagas esto–, debido al apuro no vio la silla que estaba siendo utilizada para planchar la ropa que a la mañana dejó ahí, choca con ella y cae al piso raspándose las rodillas, se levantó, el terror era parte de ella y lo único que podía era rezar por dentro y pedir que esté todo bien, y correr sólo correr, salió al jardín, esquivó la pileta y tras la puerta estaba él. Un grito en toda la manzana se escuchó.


Antonella Molinari estaba en la secundaria cursando quinto año, ya se había ido de viaje de egresados el cual trajo la noticia al novio de que todo no iba más. Por esa época tenía el pelo corto y ojos que reflejaban tristeza, los que la rodeaban no sabían muy bien que escondía o que le sucedía, aunque en el fondo de su ser sabía lo que la estaba comiendo por dentro, esto sin embargo, no evitaba que tuviera una vida social amplia pero creía que eran todos idiotas, de hecho lo eran.


Se enteró de la noticia cuando llego a la casa y vio a toda la policía junto a la ambulancia, había como tres móviles y más policías de los que ellos podían llevar, los médicos y los enfermeros estaban sacando el cuerpo tapado, miró estupefacta frente al horror hasta que lo subieron a la ambulancia. En la entrada de la casa estaba la madre arrodillada desgarrada del dolor y las gotas de las lágrimas que se impactaban con el piso y la blusa que vestía, durante toda su vida nunca más la usó siendo así que la guardaba en un cajón que sólo era uso exclusivo del trapo, se llamaba Julia Mircovich era contadora, una mujer no del todo delgada, mujer segura de sí misma, se había casado a los veinticinco años en secreto, debido a sus padres jasídicos ortodoxos que no permitirían el casamiento de ella con un ateo. No se caracterizaba por ser una madre atenta, pero igualmente amaba a sus hijos.


Antonella al verla mucho no pudo hacer más que abrazarla, ella también estaba inmersa en el mismo vacío, no le importó la sangre que tenía en las manos y cara su madre, atinó a decirle al oído: –te quiero mucho– cuando un policía que rozaba lo imprudente con la estupidez le informó que necesitaba tomarle declaración, el efecto de dicha fue la furia de Julia contra el oficial pero la pudieron retener, igualmente una escupida tuvo que sacarse con el pañuelo el agredido.


Ya habiendo pasado unos dos días, no pudieron comunicarse con Mario, marido y padre de Antonella, pensaban y sabían que no era una cosa de la vida real el no haberle podido comunicar lo sucedido, no obstante era un problema mayor. Estaban en su cuarto compartiendo un té, mirando las cosas de él, y pudieron recordar cientos de momentos alegres como no tantos para ver si podían por lo menos drenar hacia ellas la tristeza en una especie de simbiosis, cuando Antonella pudo cerrar el hilo de la conversación con un pensamiento por vago anteriormente, pero que esta situación le hizo concretar, que Dios no existía, que era imposible pensar en un ser tan poderoso y cruel al cual a la par se lo idolatra, era demasiado todo, demasiado peso en su vida para creer en Dios. La madre lo único que pudo hacer fue decirle que no era momento para sacar conclusiones filosóficas, y que era preferible no pensar pero aguantar.


Era un hombre adorado por todos, afectuoso, sensible y siempre daba una mano siempre que podía, un padre responsable y presente ante la vista de todos. No había tenido una buena infancia, su padre era borracho y le pegaba a el tanto como a su madre y su hermana. Médico titular hace 7 años, había sido invitado a dar una conferencia sobre lupus a Estados Unidos, en la ciudad de Denver. Su nombre Mario Molinari, hijo de padres católicos no profesantes.


En su viaje de América del Norte, mientras volaba, le resultó necesario volver con su familia para que conozcan, ya que Mar Del Plata no era lo mismo que siempre, no por fealdad, sino por la rutina de todos los veranos aunque intercalaban debes en cuando con Bariloche. El motivo de su incomunicación es debido a que se encontraba detenido por una pelea que el protagonizó con un hombre que se encontraba borracho y este mismo hombre en medio de la disputa le rompió el celular, o por lo menos esa era la excusa que le iba a decir a Julia para no decirle que se encontraba con su amante y que durante dos días habían estado cogiendo en un hotel.

Madre e hija acostadas en la cama, abrazadas en silencio y en pena preocupadas por Mario empezaron acomodar el cuarto, a revisar las cosas que había dejado tirado en el piso, encontraban envoltorios de caramelos, chocolates, CDS debajo del escritorio de la computadora, para entonces habían recibido llamadas, visitas de condolencia de gente que ni siquiera soportaban. Pusieron play al equipo de música del cuarto donde estaban descubrieron que lo último que había escuchado era los Vétales, ya desde los cinco años le gustaba el rock, fue entonces que abriendo el cajón para guardar hojas con dibujos y tareas escolares, encontraron un sobre arrugado, les resultó raro que habiendo tantos papeles en el piso justo un sobre hecho bollo no esté en el piso sino guardado, lo plegaron lo abrieron y dieron con un papel, para entonces supieron la verdad.

Dante, como ya se habrán dado cuenta era el hijo de Mario y Julia, hermano de Antonella con tan sólo doce años ya deslumbraba a todos por su inteligencia superior a los de su misma edad, de talla normal, dorado como lo supo tener su padre.


Al cabo de un tiempo su entorno comenzaron a notar un cambio en su humor en su mirada, en su estado de animo, radicalmente de la noche al día dejó de ser extravertido para ser introvertido, preocupación bastante que la directora del colegio publico que iba citó a su padres al cual solamente se presentó Mario. Meses después esta misma señora confesaría que el padre en el día de la reunión lo habría notado nervioso e impaciente, revelando que varias veces pidió retirarse por motivos desconocidos por ella.


Volviendo a Dante, es cierto todo lo que sucedía con respecto a la personalidad lo que nunca se pudo saber a ciencia cierta si hubo un intento de fuga de la casa, motivo hasta entonces desconocido por la familia y el cual Mario trató de no hablarlo ni llevarlo al psicólogo al pibe de once años.


Antonella se despertó apurada, se vistió, tomó una taza de café y salió rapidísimo a la secundaria, estaba llegando tarde a un examen que igualmente se había escrito un machete. Mario, habíamos dicho que se encontraba en una conferencia en Estados Unidos. Por parte de Julia se encontraba en el piso de arriba, en la casa de Devoto, estaba preparando las clases de yoga para sus alumnas. Dante había faltado al colegio porque el día anterior estuvo con vómitos, por ende estaba en su cuarto acostado, cuando decidió dirigirse al escritorio donde tenía sus cosas, sus papeles, sus lapiceras, separó una hoja, tomó su lapicera favorita de tinte negro, antes de empezar a escribir unas lágrimas cayeron por su mejilla.


Escribió: No sé por qué papá me hace eso con sus manos, yo sé que está mal, pero me amenaza si yo hablo. No quiero más. Guardó el papel en un sobre, lo hizo un bollo y lo guardó en el cajón.


Ya las esperanzas de la de su madre y su hija habrían desaparecido al momento que tomó el arma que guardaba su papá en el quincho y apretó el gatillo. Un giro inesperado sucumbió la vida de todos.

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